Poemas, frases y más de Rubén Darío

 




Rubén Darío. (Metapa, República de Nicaragua, 18 de enero de 1867 - León, República de Nicaragua, 6 de febrero de 1916). Poeta, periodista y diplomático, está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española.

Su nombre completo es Félix Rubén García Sarmiento. Su familia paterna era conocida como los Daríos, y por ello adopta apellidarse Darío.

Cursa estudios elementales en León (Nicaragua). De formación humanística, es un lector y escritor precoz. En sus poemas juveniles, publicados en un periódico local, se muestra muy independiente y progresista, defendiendo la libertad, la justicia y la democracia. Con 14 años empieza su actividad periodística en varios periódicos nicaragüenses.

A los 15 años viaja a El Salvador y es acogido bajo la protección del presidente de la república Rafael Zaldívar a instancias del poeta guatemalteco Joaquín Méndez Bonet, secretario del presidente. En esta época conoce al poeta salvadoreño Francisco Gavidia, gran conocedor de la poesía francesa, bajo cuyos auspicios intentó por primera vez adaptar el verso alejandrino francés a la métrica castellana, rasgo distintivo tanto de la obra de Rubén Darío como de toda la poesía modernista.

De vuelta en Nicaragua, en 1883, se afinca en Managua donde colabora con diferentes periódicos, y en 1886, con 19 años, decide trasladarse a Chile, en donde pasa tres años trabajando como periodista y colaborando en diarios y revistas como «La Época» y «La Libertad Electoral» (de Santiago) y «El Heraldo» (de Valparaíso). Aquí conoce a Pedro Balmaceda Toro, escritor e hijo del presidente del gobierno de Chile, quien le introduce en los principales círculos literarios, políticos y sociales del país, y le ayuda a publicar su primer libro de poemas «Abrojos» (1887) animándole a presentarse a varios certámenes literarios. En Chile amplía sus conocimientos literarios con lecturas que influyen mucho en su trayectoria poética como los románticos españoles y los poetas franceses del siglo XIX.

En 1888 publica en Valparaíso el poemario «Azul», considerada como el punto de partida del Modernismo. Esta fama le permite obtener el puesto de corresponsal del diario «La Nación» de Buenos Aires.

Entre 1889 y 1893 vive en varios países de Centroamérica ejerciendo como periodista mientras sigue escribiendo poemas. En 1892 marcha a Europa, y en Madrid, como miembro de la delegación diplomática de Nicaragua en los actos conmemorativos del Descubrimiento de América, conoce a numerosas personalidades de las letras y la política españolas y en París entra en contacto con los ambientes bohemios de la ciudad.

Entre 1893 y 1896 reside en Buenos Aires, y allí publica dos libros cruciales en su obra: «Los raros» y «Prosas profanas y otros poemas», que supuso la consagración definitiva del Modernismo literario en español.

El periódico argentino «La Nación» le envía como corresponsal a España en 1896, y sus crónicas terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901, titulado «España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios».

En España, el autor despierta la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente. En 1902, en París, conoce a un joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra.

En 1903 es nombrado cónsul de Nicaragua en París. En 1905 se desplaza a España como miembro de una comisión nombrada por el gobierno nicaragüense, con el fin de resolver una disputa territorial con Honduras, y ese año publica el tercero de los libros capitales de su obra poética: «Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas», editado por Juan Ramón Jiménez.

En 1906 participa, como secretario de la delegación nicaragüense, en la Tercera Conferencia Panamericana que tuvo lugar en Río de Janeiro. Poco después es nombrado ministro residente en Madrid del gobierno nicaragüense de José Santos Zelaya hasta febrero de 1909. Entre 1910 y 1913 pasa por varios países de América Latina y en estos años redacta su autobiografía, que aparece publicada en la revista «Caras y caretas» con el título «La vida de Rubén Darío escrita por él mismo», y la obra «Historia de mis libros», esencial para el conocimiento de su evolución literaria.

En 1914 se instala en Barcelona, donde publica su última obra poética de importancia, «Canto a la Argentina y otros poemas». Al estallar la Primera Guerra Mundial viaja a América y, tras una breve estancia en Guatemala, regresa definitivamente a León (Nicaragua), donde fallece.






“Cuando el hombre ama de veras, su pasión lo penetra todo y es capaz de traspasar la tierra.”






"Este axioma a toda hora habrás de meditar: la ciencia de vivir es el arte de amar. "







"Las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos, suelen sufrir epidemias que las devastan y desfiguran."

Citas de Rubén Darío

La virtud está en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa.

Cuando el hombre ama de veras, su pasión lo penetra todo y es capaz de traspasar la tierra.

Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.

Es la tarde gris y triste. Viste el mar de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo.

Las traiciones de la ambición nunca cesan.

No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.

La poesía existirá siempre que haya un problema de vida o muerte.

Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer.

Este axioma a toda hora habrás de meditar: la ciencia de vivir es el arte de amar.

La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa.

Todo lo que vemos o nos parece, ¡no es sino un ensueño dentro de un ensueño!

Las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos, suelen sufrir epidemias que las devastan y desfiguran.

Y llegó el invierno, y el pobre sintió frío en el cuerpo y en el alma.

Hagamos, porque es bello, el bien…

La elegancia no consiste en el exceso de adornos, ni en la profusión de alhajas.




Ama tu ritmo…


Rubén Darío


Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.




"Hoy, en plena primavera, dejo abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul."

El pájaro azul

París es un teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos —pintores, escultores, escritores, poetas; sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!—, ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba, y, como bohemio intachable, bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las paredes, entre los esbozos y rasgos de futuros Delacroix*, versos, estrofas enteras, escritas en la letra echada y gruesa de nuestro pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué, cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, y nos respondía sonriendo con cierta amargura:
—Camaradas, habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro; por consiguiente...


* * *
Sucedió también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera. El aire del bosque hacía bien a sus pulmones, según nos decía el poeta.
De sus excursiones solía traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de madrigales, escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las violetas eran para Niní, su vecina, una muchacha fresca y rosada, que tenía los ojos muy azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros los leíamos y los aplaudíamos. Todos teníamos una alabanza para Garcín. Era un ingenio que debía brillar. El tiempo vendría. ¡Oh, el pájaro azul volaría muy alto! ¡Bravo! ¡Bien! ¡Eh, mozo, más ajenjo!


* * *
Principios de Garcín:
De las flores, las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro.
De las inmensidades, el cielo y el amor; es decir, las pupilas de Niní.
Y repetía el poeta:
—Creo que siempre es preferible la neurosis a la estupidez.


* * *
A veces, Garcín estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferentes los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba y, al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse, volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, pedía su vaso de ajenjo, y nos decía:
—Sí; dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad...


* * *
Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de la razón.
Un alienista a quien se le dio la noticia de lo que le pasaba, calificó el caso como una monomanía especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a dudas.
Decididamente, el desgraciado Garcín estaba loco.
Un día recibieron de su padre, un viejo provinciano de Normandía, comerciante en trapos, una carta que decía lo siguiente, poco más o menos:

"Sé tus locuras en París. Mientras permanezcas de ese modo, no tendrás de mí un solo sou. Ven a llevar los libros de mi almacén, y cuando hayas quemado, gandul, tus manuscritos de tonterías, tendrás mi dinero."

Esta carta se leyó en el café Plombier.
—¿Y te irás?
—¿No te irás?
—¿Aceptas?
—¿Desdeñas?
¡Bravo, Garcín! Rompió la carta, y soltando el trapo a la ventana, improvisó unas cuantas estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:

¡Sí; seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
jaula de pájaro azul!

Desde entonces, Garcín cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño de alegría, compró levita nueva y comenzó un poema de tercetos, titulado El pájaro azul.
Cada noche se leía en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era excelente, sublime, disparatado.
Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, países brotados como por la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores, los ojos de Niní húmedos y grandes; y por añadidura, el buen Dios que envía volando, volando, sobre todo aquello un pájaro azul que sin saber cómo ni cuándo anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando el pájaro quiere volar y abre las alas y de da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate, un cigarrillo de papel.
He aquí el poema.


* * *
Una noche llegó Garcín riendo mucho, y, sin embargo, muy triste.
La bella vecina había sido conducida al cementerio.
—¡Una noticia! ¡Una noticia! Canto último de mi poema. Niní ha muerto. Viene la primavera y Niní se va. Ahorro las violetas para la campiña. Ahora falta el epílogo del poema. Los editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros muy pronto tendréis que dispersaros. Ley del tiempo. El epílogo se debe titular así: De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul.


* * *
¡Plena primavera! ¡Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con especial ruido! Garcín no ha ido al campo.
Hele aquí; viene con traje nuevo, a nuestro amado café Plombier, pálido, con una sonrisa triste:
—¡Amigos míos, un abrazo! Abrazadme todos, así, fuerte; decidme adiós, con todo el corazón, con toda el alma... El pájaro azul vuela...
Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus fuerzas, y se fue.
Todos dijimos: "Garcín, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando. Musas, adiós; adiós, gracias. ¡Nuestro poeta se decide a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por Garcín!"
Pálidos, asustados, entristecidos, al día siguiente, todos los parroquianos del café Plombier, que metíamos tanta bulla en aquel cuartucho destartalado, nos hallábamos en la habitación de Garcín. Él estaba en su lecho, sobre las sábanas ensangrentadas, con el cráneo rojo de un balazo. Sobre la almohada había fragmentos de masa cerebral... ¡Horrible!
Cuando, repuestos de la impresión, pudimos llorar ante el cadáver de nuestro amigo, encontramos que tenía consigo el famoso poema. En la última página había escritas estas palabras:
Hoy, en plena primavera, dejo abierta la puerta de la jaula al pájaro azul.


* * *
¡Ay Garcín, cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!

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* Delacroix (1798-1863), pintor francés, colorista brillante y atrevido innovador, jefe de la escuela romántica. En las ediciones anteriores a 1905: Clay (Jan Carel Clay, 1817-1890), artista belga que sobresalió como pintor de marismas.


(Rubén Darío, Azul. Cuentos. Poemas en prosa, Madrid, Aguilar, 1987, pp. 61-66)


Edouard Manet, El suicidio (1877-1881). Fundación de la
colección E. G. Bührle, Zúrich

En 1886, con diecinueve años, Rubén Darío se trasladó a Chile, donde permaneció tres años trabajando en la Aduana de Valparaíso y como periodista en diferentes medios. Azul... fue escrito por Rubén Darío durante su estancia en este país. Compuesto, según su autor, por "un puñado de cuentos y poesías que podían calificarse de parnasianas", se terminó de imprimir el 30 de julio de 1888 en Valparaíso. Esta primera edición constaba de dieciocho cuentos en prosa y los siete poemas de "El año lírico", textos que habían ido apareciendo en la prensa chilena entre diciembre de 1886 y junio de 1888. El libro -prologado por su amigo Eduardo de la Barra, gran poeta romántico- no tuvo un éxito inmediato, pero fue bien acogido por el novelista e influyente crítico español Juan Valera, quien escribió dos elogiosas cartas publicadas en el diario madrileño 'El imparcial' en octubre de 1888. En dichas cartas, reproducidas por la prensa Chilena, reconocía en el autor a un poeta y un prosista de talento, si bien criticaba su "galicismo mental", sus excesivas influencias francesas. La fama que le proporcionó Azul le permitió obtener el puesto de corresponsal del diario 'La Nación' de Buenos Aires. Con las cartas de Valera a modo de prólogo, en 1890 apareció una segunda versión en Guatemala, en la que añadió poemas y prosas nuevos, entre ellos el famoso soneto "Capoulicán".

Azul está considerado como el libro fundacional del Modernismo. Incluso el propio Rubén, obviando la existencia de otros predecesores del movimiento, se declara iniciador del Modernismo cuando escribe (en "Los colores del estandarte", La Nación, 27 de noviembre de 1896):

Y he aquí cómo, pensando en francés y escribiendo en castellano [...] publiqué el pequeño libro que iniciaría el actual movimiento literario americano, del cual saldrá, según José María de Heredia, el renacimiento mental de España.Y reconoce también la condición parnasiana de su obra:

El Azul... es un libro parnasiano y, por tanto, francés. En él aparecen por primera vez en nuestra lengua el "cuento" parisiense, la adjetivación francesa, el giro galo injertado en el párrafo clásico castellano, las chucherías de Goncourt, la câlinerie erótica de Mendès, el encogimiento verbal de Heredia, y hasta su poquito de Coppée.De forma que, como observa Miguel Ángel Feria ("La trayectoria poética de Rubén Darío a la luz del parnasianismo. II: de París a Nicaragua", en Anales de Literatura Hispanoamericana. 46 2017: 159-181), le confiere así al Parnasse "un papel fundamental en la génesis del Modernismo".

Mucho se ha insistido en la innovación formal de los cuentos, en los que resulta más evidente el afán innovador y la huella del parnasianismo. Por lo que respecta a los poemas, Miguel Ángel Feria destaca como principal novedad "la ausencia del tono confesional y elegíaco propio del romanticismo y posromanticismo hispánico". En la edición de 1890 se incrementa el parnasianismo, y en los poemas nuevos resulta evidente la influencia del parnasianismo más canónico de Leconte Lisle y de José María de Heredia.

En cuanto a la razón del "Azul" del título, que pasará a ser emblema del Modernismo, para el autor se encuentra en la frase de Victor Hugo, "L'art est l'azur", que sirve de epígrafe al prólogo de Eduardo de la Barra, y en Historia de mis libros expone el significado del color azul en su obra:

El azul es para mí el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y fundamental.José Luis Bernal Muñoz ("El color en la literatura del modernismo", ALEUA/15) precisa que Darío ya había utilizado ese color antes de la publicación de Azul, en concreto a partir de su estancia chilena en 1886, "no sólo como imagen de lo celeste, sino como símbolo del ideal y de la inspiración".

Anteriormente el azul había sido utilizado simbólicamente por José Martí desde 1875 y, como recuerda Javier Pérez ("Un momento del azul. Rubén Darío acuña un color", en Anales de Literatura Hispanoamericana, 2011, vol. 40: 161-169), a finales del siglo XIX el azul era "un color tópico de las poesías elitistas francesas. Mallarmé y su poema "L'azur" pueden servir como ejemplo". Para José Luis Bernal Muñoz, fue Baudelaire quien dio al color azul "la mayor parte de sus contenidos simbólicos que después le conferirán los poetas modernistas": el lugar del ideal, de la ensoñación y de la virginidad original, además de la vida interior y la belleza.

Sobre la génesis del cuento que nos ocupa, explica Javier Pérez:

El azul acompaña a un mito francés del XIX que se extiende como personaje de cuento en el que un pájaro azul es el pájaro de la felicidad. Este es el que motiva el cuento de Darío donde un escritor se enajena (debido a la mitificación) y que Maeterlinck versionará, no directamente a Darío, pero sí con curiosas similitudes, en 1908, en otro "Pájaro azul de la felicidad". En Maeterlinck el azul pasa de ser revelación a ser sueño."El pájaro azul" es el primer cuento de Azul... escrito por Rubén Darío. Fue publicado en 'La Época', Santiago, el 7 de diciembre de 1886. Para De la Barra (citado por Miguel Ángel García en "Los prólogos de Azul... (1890) de Rubén Darío", RILCE, 31.1 (2016): 159-181), este cuento sería el epílogo de la pequeña trilogía formada por "El rey burgués", "El velo de la reina Mab" y "La canción del oro". De la Barra defiende el significado alegórico de todos ellos, cuyo protagonista es el poeta, "solo, abandonado, hambriento, casi un mendigo", que identifica con Rubén Darío:

Tiene epílogo en "El pájaro azul" donde ahora el mismo poeta a quien el rey burgués deja morirse de hambre, a quien la reina Mab envuelve en su velo, la especie de mendigo que canta su estridente canción de oro, se ha hecho bohemio, transformándose en el Garcín que se suicida como resultado de "esta lucha trágica del genio con el destino".El cuento pertenece, pues, a los llamados 'relatos de artista", definidos por Carmen Luna Sellés en "Érase una vez..." en el Modernismo hispanoamericano, en Hesperia. Anuario de Filología Hispánica IV (2001):

En ellos se reproduce el conflicto entre el mundo interior del artista vs. mundo exterior o lo que es lo mismo, entre una dimensión más amplia, entre una sensibilidad finisecular y una realidad hostil.El título es el seudónimo de Garcín, un amigo del narrador, quien explicaba sus cambios de humor por un pájaro azul que tenía en el cerebro. Por tanto, el pájaro azul hace referencia al personaje principal, pero también a la pulsión encerrada en su cerebro y al poema que escribe el personaje. La historia de Garcín -un poeta neurótico en cuyo cerebro se aloja, según él, un pájaro azul que solo quedará libre cuando el poeta se quite la vida- se desarrolla en el París de la Belle Époque y tanto el narrador como el protagonista forman parte de un grupo de artistas bohemios que se reúnen en el café Plombier. Pero, además, el ave prisionera en el cerebro de Garcín tiene una dimensión simbólica, que José Luis Bernal Muñoz interpreta así:

El ave, que no es otra cosa que el ensueño y la inspiración, abandonará las tristes moradas terrenales para volar hacia el cielo azul, hacia la región empírea de la belleza y el ideal.Para Christian David Troncoso Castillo, en su tesis La diferencia radica en los detalles. Elementos para una poética en los Cuentos Completos de Rubén Darío (2017), el relato, una reflexión sobre el papel del artista en la sociedad, expresa el "rechazo al cientifismo y al afán positivista de la época". En el mismo sentido se expresa Kelly Comfort (citada por Troncoso Castillo), para quien el suicidio es la única posibilidad que tiene Garcín de liberarse del sistema capitalista y, por tanto, su muerte "simboliza la resistencia del artista".
El escritor estadounidense de origen alemán Charles Bukowski (1920-1994) tomó este título para un poema suyo publicado en 1992, en el que el pájaro azul encerrado en su corazón, representa las emociones, pequeñas debilidades que el yo poético procura ocultar, reprimiéndolas en público, para que no destruyan la imagen de hombre duro y poeta maldito que los demás se han formado de él.

El pájaro azul


tengo un pájaro azul en el corazón que
quiere salir
pero soy demasiado fuerte para él.
le digo: quédate ahí, no voy a permitir
que te
vean.


tengo un pájaro azul en el corazón que
quiere salir,
pero lo empapo de whisky e inhalo
el humo del tabaco,
y las putas y los camareros
y los dependientes de los colmados
no se enteran de que
está
ahí.


tengo un pájaro azul en el corazón que
quiere salir,
pero soy demasiado fuerte para él.
le digo:
no te muevas, ¿quieres
fastidiarme?
¿quieres joderlo
todo?
¿quieres cargarte la venta de mis libros en
Europa?


tengo un pájaro azul en el corazón que
quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo lo dejo salir
a veces por la noche,
cuando todos están dormidos.
le digo: sé que estás ahí;
no te
entristezcas.
luego lo devuelvo a su lugar,
pero se pone a
cantar: no le he dejado
morirse.
dormimos juntos
así,
con nuestro
pacto secreto,
y es muy agradable,
tanto como para hacer llorar
a un hombre,
pero yo no lloro,
¿y
tú?




"De la excelsa beldad que encarnas, han brotado estrellas sobre el mundo".
-Rubén Darío.

No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.




Cuando el hombre ama de veras, su pasión lo penetra todo y es capaz de traspasar la tierra.

Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.

Es la tarde gris y triste. Viste el mar de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo.

Las traiciones de la ambición nunca cesan.

No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.

La poesía existirá siempre que haya un problema de vida o muerte.

Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer.

Este axioma a toda hora habrás de meditar: la ciencia de vivir es el arte de amar.

La princesa está triste, ¿ qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésta ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de estar vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.


Todo lo que vemos o nos parece, ¡no es sino un ensueño dentro de un ensueño!

Las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos, suelen sufrir epidemias que las devastan y desfiguran.

Y llegó el invierno, y el pobre sintió frío en el cuerpo y en el alma.

Hagamos, porque es bello, el bien…

La elegancia no consiste en el exceso de adornos, ni en la profusión de alhajas.

Aborreced las bocas que predicen desgracias eternas.

Hoy, en plena primavera, dejo abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul.

Las lamentaciones y los gemidos, los suspiros y las lágrimas son apaciguadas entre tanto por esta horrible palpitación de mi corazón; ¡ah, esta horrible palpitación!

Pues si te empeñas en soñar te empeñas en aventar la llama de tu vida.

Sin mujer, la vida es pura prosa.





La luz produce los colores: los colores no encienden la luz.

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer…

Ser sincero es ser potente: de desnuda que está, brilla la estrella.

La virtud está en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa.


¡Dejad al huracán mover mi corazón!

Lástima de aquel que algún día mira su esfinge interna y la cuestiona. Él está perdido.

Cuando el hombre ama de veras, su pasión lo penetra todo y es capaz de traspasar la tierra.

Y cuando la montaña de la vida nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, amar la inmensidad que es de amor encendida ¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

Un buen libro es el mejor de los amigos, lo mismo hoy que siempre.

Eres un universo de universos y tu alma una fuente de canciones.

De la excelsa beldad que encarnas, han brotado estrellas sobre el mundo.

Porque siento que allá arriba, en el cielo, los ángeles que se hablan dulcemente al oído, no pueden encontrar entre sus radiantes palabras de amor una expresión más ferviente que la de “madre”.

Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella. El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Una vez voló un clavel de su tallo hecho mariposa roja, y una estrella descendió fascinada y se transformó en flor de lis.

¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Para qué querré yo la vida cuando no tenga juventud.

La torre de marfil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo.

El canto vuela, con sus alas: armonía y eternidad.

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El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor.

Si pequeña es la patria, uno grande la sueña.

El verbo puede crearse su propia carne, como el caracol su concha: pero la carne sola jamás creará al verbo, y como la estatua existirá sin alma.

El eterno femenino puede tornar humano lo divino.

Busco una forma que mi estilo no pueda descubrir, un capullo de pensamiento que quiera ser una rosa.

Pero tu carne es pan, tu sangre es vino.

La palabra no es en sí más que un signo, o una combinación de signos; mas lo contiene todo por la virtud demiúrgica.

Nada de filosofías, nada de finalidades trascendentes, ni de abstracciones sensibilizadas, humanizadas y universalizadas. Eso, estoy seguro, hiere vuestros tímpanos delicados hechos para la música y el amor.

¿Y aquellas alas de mariposa azul de qué nos sirven? Preguntarán los que nacieron sin alas.

Pieza de música por pedazo de pan.

La religión y la filosofía se encuentran con el arte en tales fronteras, pues en ambas hay también una ambivalencia artística.

Quiero expresar mi angustia en versos que abolida dirán mi juventud de rosas y de ensueños, y la desfloración amarga de mi vida por un vasto dolor y cuidados pequeños.

La monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque. Rodeada de islas menores, tiene cerca a Jersey; y agarrada a Brooklyn.

Sí, el arte es el azul, pero aquel azul de arriba que desprende un rayo de amor para encender los corazones y ennoblecer el pensamiento y engendrar las acciones grandes y generosas.

En una senda abandonada y triste que recorren tan sólo ángeles malos, una extraña Deidad la negra Noche ha erigido su trono solitario; allí llegué una vez…

He acariciado a la gran naturaleza, y he buscado al calor del ideal, el verso que está en el astro en el fondo del cielo, y el que está en la perla en lo profundo del océano.

Ama tu ritmo y rima tus acciones; bajo su ley, así como tus versos; eres un universo de universos, y tu alma, una fuente de canciones.

Las lilas y las rosas eran de cera, las manzanas y las peras de mármol pintado, y las uvas de cristal. ¡Naturaleza muerta!

Diré que eres más bella que la luna; Que el tesoro del cielo es menos rico que el tesoro que vela la importuna caricia de marfil de tu abanico.

¡Ah, mi adorable, mi bella, mi querida garza morena! Tú tienes en los recuerdos profundos que en mi alma forman lo más alto y sublime, una luz inmortal. Porque tú me revelaste el secreto de las delicias divinas, en el inefable primer instante del amor!

No sabemos explicarnos por qué el halcón devora a la paloma, y nuestra ignorancia se retuerce contra el Creador del Cielo y de la tierra, origen de la justicia y fuente de todo bien.



Pegaso




















PEGASO

Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije: «La vida es pura y bella».
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegaso la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

¡Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, siempre adelante!

"Busco una forma que mi estilo no pueda descubrir, un capullo de pensamiento que quiera ser una rosa"




"Diré que eres más bella que la Luna: que el tesoro del cielo es menos rico que el tesoro que vela la importuna caricia de marfil de tu abanico."

Divagación

¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras,
un soplo de las mágicas fragancias
que hicieron los delirios de las liras
en las Grecias, las Romas y las Francias.

¡Suspira así! Revuelen las abejas,
al olor de la olímpica ambrosía,
en los perfumes que en el aire dejas;
y el dios de piedra se despierta y ría.

Y el dios de piedra se despierte y cante
la gloria de los tirsos florecientes
en el gesto ritual de la bacante
de rojos labios y nevados dientes:

En el gesto ritual que en las hermosas
Ninfalias guía a la divina hoguera,
hoguera que hace llamear las rosas
en las manchadas pieles de pantera.

Y pues amas reír, ríe, y la brisa
lleve el son de los líricos cristales
de tu reír, y haga temblar la risa
la barba de Términos joviales.

Mira hacia el lado del boscaje, mira
blanquear el muslo de marfil de Diana,
y después de la Virgen, la Hetaíra
diosa, blanca, rosa y rubia hermana.

Pasa en busca de Adonis; sus aromas
deleitan a las rosas y los nardos;
síguela una pareja de palomas,
y hay tras ella una fuga de leopardos.


¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas
galantes busco, en donde se recuerde,
al suave son de rítmicas orquestas,
la tierra de la luz y el mirto verde.

(Los abates refieren aventuras
a las rubias marquesas. Soñolientos
filósofos defienden las ternuras
del amor, con sutiles argumentos,

mientras que surge de la verde grama,
en la mano el acanto de Corinto,
una ninfa a quien puso un epigrama
Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto.

Amo más que la Grecia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque Francia,
al eco de las Risas y los Juegos,
su más dulce licor Venus escancia.

Demuestran más encantos y perfidias,
coronadas de flores y desnudas,
las diosas de Glodión que las de Fidias;
unas cantan francés, otras son mudas.

Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio
Houssaye supera al viejo Anacreonte.
En París reinan el Amor y el Genio.
Ha perdido su imperio el dios bifronte.

Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada.
Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes,
donde el amor de mi madrina, un hada,
tus frescos labios a los míos juntes).

Sones de bandolín. El rojo vino
conduce un paje rojo. ¿Amas los sones
del bandolín, y un amor florentino?
Serás la reina en los decamerones,
la barba de los Términos joviales.

(Un coro de poetas y pintores
cuenta historias picantes. Con maligna
sonrisa alegre aprueban los señores.
Clelia enrojece, una dueña se signa).

¿O un amor alemán??que no han sentido
jamás los alemanes?: la celeste
Gretchen; claro de luna; el aria; el nido
del ruiseñor; y en una roca agreste,

la luz de nieve que del cielo llega
y baña a una hermosa que suspira
la queja vaga que a la noche entrega
Loreley en la lengua de la lira.

Y sobre el agua azul el caballero
Lohengrín; y su cisne, cual si fuese
un cincelado témpano viajero,
con su cuello enarcado en forma de S.

Y del divino Enrique Heine un canto,
a la orilla del Rhin; y del divino
Wolfang la larga cabellera, el manto;
y de la uva teutona el blanco vino.

O amor lleno de sol, amor de España,
amor lleno de púrpuras y oros;
amor que da el clavel, la flor extraña
regada con la sangre de los toros;

flor de gitanas, flor que amor recela,
amor de sangre y luz, pasiones locas;
flor que trasciende a clavo y a canela,
roja cual las heridas y las bocas.

¿Los amores exóticos acaso...?
Como rosa de Oriente me fascinas:
me deleitan la seda, el oro, el raso.
Gautier adoraba a las princesas chinas.

¡Oh bello amor de mil genuflexiones:
torres de kaolín, pies imposibles,
tasas de té, tortugas y dragones,
y verdes arrozales apacibles!

Ámame en chino, en el sonoro chino
de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios
poetas que interpretan el destino;
madrigalizaré junto a tus labios.

Diré que eres más bella que la Luna:
que el tesoro del cielo es menos rico
que el tesoro que vela la importuna
caricia de marfil de tu abanico.


Ámame japonesa, japonesa
antigua, que no sepa de naciones
occidentales; tal una princesa
con las pupilas llenas de visiones,

que aun ignorase en la sagrada Kioto,
en su labrado camarín de plata
ornado al par de crisantemo y loto,
la civilización del Yamagata.

O con amor hindú que alza sus llamas
en la visión suprema de los mitos,
y hacen temblar en misteriosas bramas
la iniciación de los sagrados ritos.

En tanto mueven tigres y panteras
sus hierros, y en los fuertes elefantes
sueñan con ideales bayaderas
los rajahs, constelados de brillantes.

O negra, negra como la que canta
en su Jerusalén al rey hermoso,
negra que haga brotar bajo su planta
la rosa y la cicuta del reposo...

Amor, en fin, que todo diga y cante,
amor que encante y deje sorprendida
a la serpiente de ojos de diamante
que está enroscada al árbol de la vida.

Ámame así, fatal cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
ámame mar y nube, espuma y ola.

Sé mi reina de Saba, mi tesoro;
descansa en mis palacios solitarios.
Duerme. Yo encenderé los incensarios.
Y junto a mi unicornio cuerno de oro,
tendrán rosas y miel tus dromedarios.

"He acariciado a la gran naturaleza, y he buscado al calor del ideal, el verso que está en el astro en el fondo del cielo, y el que está en la perla en lo profundo del océano. ¡He querido ser pujante! Porque viene el tiempo de las grandes revoluciones, con un Mesías todo luz, todo agitación y potencia, y es preciso recibir su espíritu con el poema que sea arco triunfal, de estrofas de acero, de estrofas de oro, de estrofas de amor."