Jaime Sabines
(Tuxtla Gutiérrez, México, 1926 - Ciudad de México, 1999) Poeta mexicano. En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente.
Jaime Sabines
Nacido en la localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926, tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno.
En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta 1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito de la capital federal.
Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Aunque contemporánea de la de Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis y otras destacadas figuras de la efervescente lírica mexicana, su poesía se apartó del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios.
Influido en su prehistoria poética por autores como Pablo Neruda o Federico García Lorca, su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa (1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados.
En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia.
Con un estilo que no teme la vulgaridad ni rechaza las tradiciones, la sabrosa y cordial poesía de Sabines puede también tomar un mayor vuelo, como se puso de manifiesto en el ambicioso proyecto Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973), un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida. Vinieron luego Nuevo recuento de poemas (1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas sueltos (1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo sobre la muerte del mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento.
Traducida a varias lenguas, su obra fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del Estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer.
Los versos de Sabines son directos y transparentes, y aunque no desdeña el refinamiento de la poesía culta, su estilo se inclina más hacia lo conversacional. Ello le ganó el favor del gran público, que se hizo patente sobre todo durante las dos últimas décadas de su vida. El autor utiliza un lenguaje cotidiano y sin adornos para crear composiciones que se colocan más cerca de los sentimientos que de la razón. Poeta del diario vivir, contempla con perplejidad y desde la más rigurosa terrenalidad el fenómeno del amor y el absurdo de la muerte.
-Acaba de un suspiro con la marga incertidumbre de tus lagrimas, y una vez mueras yo moriré contigo.
Me doy cuenta de que me faltas
Me doy cuenta de que me faltas
Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.
En ese momento sentí que te quería más allá de la pasión que es necesidad, más allá del hábito que es ejercicio.
Jaime Sabines
Jaime Sabines
Cartas a Chepita - Jaime Sabines.
“No te cambio - no cambies tú -, no te podría cambiar por ninguna. Sigue siendo la misma; así serás en mí siempre la misma. Cierra tus oídos a todo; cree en mí; ábrelos para mí, abre tu corazón, abre tu vida. Aprende que soy tuyo hasta que tú quieras que yo sea tuyo; estoy así en tus manos, desde siempre.”
— Jaime Sabines, Cartas a Chepita (octubre 8, 1948)
“No sé por qué; pero no tengo prisas para escribirte. Lo tuyo es una cosa hecha. Tú eres una cosa hecha en mi corazón. Y no me he puesto a pesar ni pensar en tu urgencia. Ahora lo hago, como volviendo al tiempo. Estás fija en mi sangre; definitivamente anclada, últimamente.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (septiembre 28, 1948)
Eres, sin duda, mía. Y soy, sin duda, tuyo. No importa nada. No importa lo que hagamos, lo que deseemos, lo que esperemos. No importa otra vez la distancia, ni esa pequeña muerte de la ausencia; no importa ya ni el tiempo, ni el olvido, ni la sangre buscándote, ni el mutilado encuentro. Eres ya mía, mía, sin palabras, sin giros, sin metáforas; mía ya sin ti misma, como tuyo sin mí: los dos en uno, sin nosotros.— Jaime Sabines, Cartas a Chepita
“Eres, sin duda, mía. Y soy, sin duda, tuyo. No importa nada. No importa lo que hagamos, lo que deseemos, lo que esperemos. No importa otra vez la distancia, ni esa pequeña muerte de la ausencia; no importa ya ni el tiempo, ni el olvido, ni la sangre buscándote, ni el mutilado encuentro. Eres ya mía, mía, sin palabras, sin giros, sin metáforas; mía ya sin ti misma, como tuyo sin mí: los dos en uno, sin nosotros.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (septiembre 24, 1948)
“¿Es posible que, a estas alturas, no creas en mí? ¿O te sientas débil ante la distancia y ante el tiempo? Yo nunca te he jurado fidelidad sexual; no podría ser; es absurdo; tu misma no la deseas. El que yo ande con otra no quiere decir que deje de andar contigo. Tú estas más allá de todo esto, linda. Sería hacerte pequeña introducirte en estas pequeñeces. Tú no eres ni circunstancia ni accidente –te lo he dicho-, tú eres intimidad, esencia.” — Cartas a Chepita, Jaime Sabines.
“Y todo lo que decimos no es sino una minúscula parte, inexpresiva, de lo que no decimos. Y todo lo que queremos, es inalcanzable. Y todo lo que anhelamos es imposible.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (agosto 10, 1948)
“Pero - si nos cansamos ahora de escribir “te quiero”, ¿para qué? - ¿para qué reír, si hasta la risa se congela en los labios de la distancia? ¿para qué llorar, si hasta las lágrimas se evaporan sobre el olvido?” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (10 de agosto, 1948)
“Entonces, aquí, en esta hora, olvidamos el nombre, la palabra airada, y borramos el dibujo de nuestro corazón, y nos recomenzamos.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (agosto 10, 1948)
“Pero llega el día de la renunciación; se aproxima la hora de la conformación; cuando decimos “bien!” y aceptamos la vida y las cosas como son, sin tratar de modificarlas, refugiándonos en nuestro pequeño silencio, enclaustrándonos en nuestra pequeña soledad desesperada. Todo lo demás es esfuerzo baldío, pura aproximación a la esperanza.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (agosto 10, 1948)
“Torpe yo, que he querido hacerte a mi modo, a la manera de mi corazón, para que fuéramos uno solo en el mismo dolor, sólo uno en la misma alegría, sin límites, desconociendo la palabra último.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (agosto 10, 1948)
“No. Decididamente, no te podré escribir jamás como quisiera. Tú no lo entiendes. Es preciso decirte, como a otras, las cosas en orden y cortésmente. Porque te ofendes. Porque no puede uno ser completamente el que es, íntegramente el que es, libre, sin ropajes y sin fórmulas.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (agosto 10, 1948)
“Yo francamente no tengo mucho que contarte, las moscas me espantan; las moscas del tedio me amenazan. Fumo un cigarro tras otro. Quiero ir a muchas partes, a saludar a muchas personas; pero no puedo.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (julio 1, 1948)
“Eres mía como una cosa sabida, como algo que no se puede ignorar más. Y de este modo no tiene importancia la lejanía; sé que estás lejos, pero me perteneces; sé que estás distante, pero eres mía. Y, si bien es cierto que tu beso no reposa en los labios de la tarde, tu mirada flota en los ojos de mi corazón y tu recuerdo brota en el surtidor de la esperanza.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (julio 1, 1948)
“Te digo que te quiero
te repito que estás en mí como yo mismo
te confieso otra vez que estoy enfermo de ti
que me eres necesaria como un vicio tremendo
imprescindible, exacta, insoportable.
Y eres mi salud, mi fortaleza, mi canto puro, mi alma
intacta.
Devengo ser en ti. Soy cosa, cielo, infierno, tabú,
divinidad. Soy en ti lo contradictorio y lo simple. La
última esencia, el uno, la realidad.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (junio 4, 1948)
“Ahora te deseo y te quiero, pero no me aflige ni la distancia, ni el amor. Pasarán estos meses y estarás de nuevo a mi lado; pasarán todas las ausencias que nos esperen en la vida[…]” — Cartas a Chepita, Jaime Sabines
“Al mediodía, y aquí en la oficina, no puede uno ponerse a tono con el recuerdo. El amor, el escribir el amor, necesita soledad y silencio y reposo…” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (Octubre 14, 1947)
“Amiga, óyeme, hay algo más allá de nuestros actos, atrás de nuestros gestos, en el fondo de nuestras palabras. Se llama silencio, olvido, cosas no dichas, intocables. Allá te tengo. Allí eres mía de siempre; irrevocable como un destino, dada como una voz y un juramento.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (Julio 15, 1947)
“En ese momento sentí que te quería más allá de la pasión que es necesidad, más allá del hábito que es ejercicio.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (Julio 15, 1947)
“No sé, no recuerdo por qué no fui a hablarte. Acaso los coches impidiéndomelo; tal vez lo imprevisto del encuentro. Pero de acera a acera, puede caerse el corazón y ser atropellado y quedar en silencio.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita, (Julio 15, 1947)
“Quisiera estar junto a ti, para decir sobre tu oído: te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y repetirlo constantemente, infinitamente, hasta que te cansaras tú de oírlo pero no yo de pronunciarlo. ¿Cómo marcártelo en un brazo? ¿Cómo sellártelo en la frente? ¿Cómo grabártelo en el corazón?” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (1947)
“Porque eres distinta a todas las mujeres, en tu cuerpo, en tu andar, en lo que eres para mis ojos, en lo que sugieres a mi corazón.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita (1947)
“Harto bien sabemos, que la muerte espera en cualquier parte; a cualquier hora llega y zas, se acabó. Pero mientras estemos aquí, llorando o riendo, desesperándonos o esperanzados, tenemos que vivir. Porque cuesta mucho trabajo aprender, pero cuando se aprende no se olvida, que la vida se vive y no se muere. Ya basta de morirse. Dejémosle a Santa Teresa su morir viviendo. A nosotros nos toca vivir viviendo. Vivir. Una cosa tan difícil y fácil a la vez. Tan difícil y fácil como quererte, y tener que decirte todo esto.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita.
“Todo es estúpido y carece de razón. La muerte, entonces, es un largo descanso, un amable descanso, blando, silencioso, acogedor. La muerte, a veces, es más dulce que una dulce madre, más tierna que su corazón. Correcto. Sólo que no se trata de eso. Se trata de algo más importante: de vivir.” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita.
“Ah, si cada vez que pasas pudiera detenerte y platicar contigo. ¡Verte de cerca, escucharte reír! Quiero aprender tu risa como he aprendido ya tu andar y tu mirada. (El conato de tu mirada, pura aproximación a tus ojos, porque jamás me miras).” — Jaime Sabines, Cartas a Chepita.
“Te besa (pero te besa de verdad, medio minuto, un minuto, cuatro litros de sangre, a 5 atmósferas) Te besa.” — JS [ Jaime Sabines ]
“Me he tomado también tu taza de café. Ya casi no tengo azúcar, pero me acordé que a ti te gusta amargo. Sabe muy feo. Como esta soledad. Como este estar deseándote a todas horas.” — Jaime Sabines
“Te quiero… multiplícalo por cien
Te quiero… multiplícalo por mil
Te quiero… multiplícalo por ti:El resultado es igual a Jaime, igual a tuyo, igual a siempre.” — Jaime Sabines.